Quizás caiga una estrella


Tenía que pasar. Después de un cliclo de subidas indescriptibles, de un sin fin de emociones nuevas llega la bajada a los infiernos.

El caprichoso destino suele hacerme esto a menudo. Enseñarme una bifurcación y obligarme a elegir. Y como el ser humano errático que soy... siempre elijo mal.

Después de mucho tiempo con los ojos cerrados por fin admiro el cielo y lo contemplo. Un sin fin de estrellas me iluminan y hacen mi día a día más bello. Y tú, destino cruel, quieres que me siente ahí y elija sólo una.

Que crueldad, las estrellas no están para bajarlas, tienen que caer por su propia voluntad.

No quiero elecciones, quiero arrebatos, sorpresas, bailar bajo la lluvia como solía hacerlo. No quiero pensar, sólo quiero sentir.

Reír hasta quedarme sin aire, sonrojarme cada dos minutos y descubrir que eso que en ocasiones siento en el pecho, está vivo y late con más fuerza cuando contempla la belleza que se abre paso cada día ante mis ojos.

Bajo esta premisa la elección está tomada. Elijo no elegir.  En su lugar quiero vivir, sentir, experimentar... y en ese proceso, quién sabe, quizás caiga una estrella.




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