El miedo tiene muchas caras pero lo peor de él es que en ocasiones anula nuestras facultades de decisión y nos paraliza. Es capaz de crear inseguridad donde antes solo había felicidad y autoestima. Sumerge al más optimista de los mortales en un estado de inmovilidad y pavor a lo desconocido que no tiene fin, entrando así en un círculo de auto-destrucción.
El jodido botón de la autodestrucción (con perdón)
Entonces llegas a lo más profundo de tu mierda, tocas fondo y te impulsas hacia arriba. Vas dejando atrás todo aquello en lo que tu mismo te metiste. Y entonces lo ves, el punto de inflexión. Suele aparecer de formas diferentes. Gente que te inspira y que te saca la cabeza del culo para que vuelvas a respirar el aire puro, libros que te abren un poco los ojos y te recuerdan a quella persona que un día fuiste, antes de comenzar a tener miedo de todo. Cada persona es un mundo en este sentido y se desprende del miedo a su manera.
Ése pequeño bastardo tampoco desaparece por arte de magia, pero poco a poco va teniendo menos efecto en tu vida. El botón cada vez te parece menos atractivo y comienzas de nuevo a retarte a ti mismo para ver hasta dónde eres capaz de llegar si dejas de ato-compadecerte.
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